Читать книгу Nuestra asignatura pendiente онлайн

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—¿Qué?

—¡Que en Marruecos, las pieles todavía se tratan de esta forma! Y te voy a decir aún más: dos de mis hermanos, que se mudaron a Fez cuando aún eran muy jóvenes, trabajaron durante toda su vida en las curtidurías de Chouwara, que son de las más importantes. Además, cuando ellos ya no pudieron hacerlo, sus hijos y nietos tomaron el relevo —señaló Malak con orgullo.

No resultaba extraño que toda la familia se dedicara al mismo oficio. Una costumbre bastante arraigada entre los curtidores marroquíes es que este pase de generación en generación. A Emily le asombraba que así fuera teniendo en cuenta las condiciones insalubres que implicaba el trabajo. Desde luego, cuando su abuela le había relatado la técnica, no había sido consciente de ello.

—Los curtidores trabajan al aire libre, soportando temperaturas muy altas, de esas a las que no estamos acostumbrados en Londres, y utilizan sustancias como cal, orina de vaca y excrementos de paloma.

—¡Puaj! ¡Qué asco! —exclamó Emily mientras arrugaba la nariz.

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