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Martes, 7 de agosto de 2018

Detrás de la mesa de trabajo, que estaba situada en la parte posterior de la tienda, Kyle revisaba algunas figuras. Se trataba de un lote de soldaditos que un cliente le había llevado para que los limpiara y restaurara. Siete eran de plomo, los otros dos estaban fabricados en peltre. Antes de empezar, los separó según el material del que estaban hechos, ya que debía utilizar productos diferentes en cada caso: aguarrás para los de plomo y un baño de parafina para los de peltre, que tenían bastante suciedad incrustada. Kyle esperaba poder conservar la pátina natural que el tiempo había dejado en los objetos y que les daba un valor agregado.

Mientras frotaba una de las figuras de plomo con un paño empapado en aguarrás, empezó a pensar en Emily. Desde que habían hablado, no había dejado de pensar en ella, aunque todavía no la había llamado. Tenía ganas de hacerlo desde el mismo día de la presentación. Sin embargo, el miedo a agobiarla, aún más de lo que ya lo había hecho, lo había frenado. Ya bastante que desear había dejado su comportamiento, Kyle lo sabía y se lo reprochaba todo el rato. No paraba de darle vueltas y cada vez se convencía un poco más de que se había comportado como un idiota. «¡Lo último que me falta es que se piense que soy un acosador!», pensó molesto.

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