Читать книгу Nuestra asignatura pendiente онлайн

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Bethany se sentó delante de su padre e inclinó la cabeza para ver mejor. Cruzó las manos sobre el regazo. Desde pequeña había aprendido que no debía tocar nada del anticuario a no ser que le dieran permiso, a fin de evitar romper algo de valor incalculable. El valor de esos objetos no solo tenía que ver con su composición; sino que estaban llenos de historia; y aunque no siempre podía descubrir quién había sido su fabricante y el recorrido que había hecho la pieza, pasando de mano en mano hasta llegar a las suyas, ese pasado estaba allí, marcado en cada plano, en cada curva, en cada rasguño. Nombres y apellidos, ciudades, cientos de años algunas veces; miles, otras. La magia radicaba en desentrañar esos misterios, y a Bethany, igual que a su padre y a su abuelo paterno, le apasionaba hacerlo.

—¿Qué haces? —preguntó esperando que su padre le explicase todo el procedimiento.

—Ahora mismo estoy limpiando las reliquias —respondió mientras levantaba el paño para que su hija pudiera ver mejor los detalles de las piezas y los grabados que tenían en el pie. Después, porque sabía que le gustaba, añadió—: Estos siete soldaditos datan de 1893, y son de los primeros que fabricó W. Britain, la empresa británica que inventó la técnica de vaciado de plomo y que, desde entonces, lanzó al mercado este tipo de figuras huecas y tridimensionales.

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