Читать книгу Transpersonalismo y decolonialidad. Espiritualidad, chamanismo y modernidad онлайн

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Agregamos: percusión, sopladas de aire, tabaco o perfumes, succión y, sobre todo, el control de patrones vibratorios sinestésicos visionarios y sonoros, por ejemplo, en el caso de las y los especialistas en ciertas plantas sagradas o enteógenos psicoactivos, que se perciben en torno al cuerpo del paciente y de la realidad circundante; no solo el mito y la poesía o metáforas compartidas.

El símbolo comienza a ser visto entonces como menos abstracto, como un “poder”, como una “herramienta tecnológica” adecuada a la Imaginación (con mayúsculas en el sentido concebido por Henri Corbin y Patrick Harpur, entre otros), no tanto como un fenómeno cognitivo sino, de algún modo, expresiones simplificadas del mundo imaginal o reveladas por él, en cuanto fuente de conocimiento.13 Y el único modo de acceder a ese intermundo entre lo sensible (lo empírico y observable) y lo inteligible (la abstracción intelectual) es a través de alguna técnica ancestral del éxtasis, una actitud de receptividad interior a través de la ampliación de la conciencia. Es también lógico suponer que a veces, para enviar un claro mensaje en pos del equilibrio, la misma Imaginación –de forma semiautónoma– y aprovechándose de estados de relajación, receptividad, hipnagógicos, hipnopómpicos o de contemplación profunda en el ser humano (único lazo posible) nos sorprenda con fenómenos “psicoides”: ovnis, luces extrañas, abducciones, apariciones marianas, apariciones de “duendes”, “demonios”, “ángeles”, “deidades” y cualquier otro tipo de seres intermedios o daimónicos, que incluso puedan dejar algún tipo de “huella” física, casi siempre elusiva, ambigua, sujeta a diferentes y contradictorias exégesis (hemos tratado este tema en nuestro libro Los espíritus del aire, Viegas, 2018).

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