Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн
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De 600.000 prisioneros italianos, la mitad cayeron en manos enemigas en la retirada de Caporetto, y al menos 100.000 murieron a causa del encarcelamiento, vivido en condiciones deshumanas en campos de Austria, Bohemia y Alemania; fue uno de los episodios más dramáticos de la guerra. No fue adoptada ninguna forma de asistencia para los prisioneros cuando volvieron a Italia, a menudo después de jornadas de marcha sin comida. Su llegada había sido prevista en tandas de 20.000 hombres al día, pero los 400.000 detenidos en Austria llegaron de manera desordenada. A finales de noviembre de 1918 fueron preparados centros de acogida en la llanura padana para examinar su situación judicial, porque sobre ellos pesaba la acusación de deserción. Eran los «imboscati d’Oltralpe»,ssss1 tal y como los había definido con desprecio Gabriele D’Annunzio. La dramática situación en los campos de acogida podía desencadenar revueltas, al igual que ocurrió en la Rusia revolucionaria. En aquel momento, ni la izquierda ni los mussolinianos se sentían capaces de gestionar una protesta semejante por ser considerada o demasiado revolucionaria o demasiado derrotista. Ante esta situación, el Gobierno intentó reducir el número de personas de los campos, reteniendo únicamente a aquellas sobre las que caían fuertes sospechas. Más tarde, en septiembre de 1919, el Gobierno presidido por Francesco Saverio Nitti aprobó un decreto de amnistía, que liberaba a 40.000 de los 60.000 detenidos y anulaba 110.000 procesos de los 160.000 en marcha. Fue la primera medida tomada para apaciguar los ánimos y un acto de valor frente a la derecha nacionalista que, por el contrario, pedía condenas inflexibles para quienes habían atentado contra la victoria. Finalmente, la publicación en el verano de 1919 de la investigación sobre las responsabilidades de Caporetto hizo que muchas de las sospechas de deserción desapareciesen y justificó todavía más la amnistía. La desmovilización de las unidades armadas tuvo lugar, en cambio, de manera ordenada. En el momento del armisticio, los ciudadanos italianos bajo las armas eran más de tres millones: 1.400.000 obtuvieron la licencia absoluta para la Navidad de 1918 y otros 500.000 entre enero y marzo de 1919. Luego, la desmovilización se interrumpió hasta el verano debido al agravamiento, tanto en el país como a nivel internacional, de la crisis posbélica (crisis y coste de la vida, ocupación de terrenos baldíos al sur, movilizaciones de los campesinos asalariados de la llanura Padana y de obreros en las industrias del norte, empresa de Fiume e incertidumbre sobre lo que Italia obtendría de la conferencia de paz de Versalles). En los primeros meses de 1919 fueron muchas las manifestaciones llevadas a cabo por los excombatientes, principalmente en los grandes centros urbanos. Sin embargo, durante ese año, solo una minoría de ellos fundó o se adhirió a las organizaciones extremistas, violentas o revolucionarias del «combattentismo», a los nacientes Fasci di Combattimento de Mussolini o a la Lega Proletaria de los mutilados, inválidos, heridos y veteranos de guerra. La mayor parte de los desmovilizados se adhirieron a la heterogénea Associazione Nazionale dei Combattenti (ANC), creada en 1919 por exoficiales de complemento. El mito de la renovación partía del intervencionismo democrático y el objetivo que se planteaba en la posguerra era el de reunir a todos aquellos que habían estado en el frente en un partido de combatientes de tipo laborista, popular y alternativo a los partidos de masas y a los movimientos revolucionarios, y basado en una amplia alianza interclasista entre la pequeña burguesía y las clases campesinas, es decir, entre los dos principales componentes sociales que habían constituido la tropa y sus grados inferiores de mando durante los años de la guerra.