Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн
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La situación resultó en seguida favorable a los fascistas para preparar una prueba de fuerza apta para conquistar el Gobierno del país. A mediados de octubre se organizó un mando político-militar, un cuadrumvirato, compuesto por Cesare De Vecchi, Emilio De Bono e Italo Balbo, responsables de la Milizia, y por el secretario nacional del PNF Michele Bianchi. El momento se presentó el 26 de octubre, cuando frente a la ingobernabilidad del país los ministros dieron su dimisión a Luigi Facta, esperando que llamase a la propia responsabilidad a los militares y sobre todo al soberano. Al rey Víctor Manuel III se le planteó la posibilidad de declarar el estado de sitio en la capital y de llamar a alrededor de tres mil militares para que la defendiesen del cuerpo de expedición fascista que se estaba reuniendo en Perugia. Los fascistas paralizaron a su paso ciudades y vías de comunicación entre el norte y el centro de Italia y establecieron tres puestos de avanzada a menos de cien kilómetros de Roma. Resultaban inferiores en número y menos armados y adiestrados que las tropas regulares, pero estaban provistos de una precisa estrategia: su Marcha sobre Roma iba acompañada de numerosas acciones armadas y violentas en centros menores. No se trató de un golpe de Estado, sino de la amenaza de llevarlo a cabo. El enfrentamiento frontal, que los fascistas no podían ganar contra el ejército en la capital, se intentó y se produjo en la periferia, privando de autoridad a los gobiernos locales y a los representantes del Gobierno central y desorientando a la opinión pública.