Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн
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La toma del poder y la construcción de un Estado totalitario no habrían sido posibles si se hubiese dejado libertad de expresión a los medios de información. Contra la prensa independiente el fascismo realizó una doble operación: el silenciamiento y la supresión de los periódicos que expresaban una oposición al Gobierno fascista y la creación de diarios obedientes al régimen. En la inmediata posguerra, el periodismo había sido el gimnasio en el que se habían entregado a la política muchos veteranos provenientes de la pequeña y media burguesía con deseos de emerger socialmente. El ejemplo de los hermanos Mussolini, Benito y Arnaldo, que habían utilizado su periódico Il Popolo d’Italia para empezar a partir de 1914 un imparable ascenso al poder, había representado un fuerte estímulo para los jóvenes con algo de cultura que estaban dispuestos a sobresalir. Los nuevos periódicos llegaron a unos cien en 1924 y el poder de algunos ras quedaba demostrado por la capacidad de mantenerlos bajo el propio control incluso después de la normalización del régimen de 1925. El sometimiento de la prensa nacional se produjo a través de diversos medios y en varias etapas y se completó en 1925. La última resistencia de la prensa libre había tenido lugar durante 1924, durante la crisis Matteotti. En esa ocasión los dirigentes fascistas se dieron cuenta de que no era suficiente con atacar a la prensa de los partidos adversarios y crear una propia: era necesaria una acción enérgica de censura y adquisición de los grandes periódicos independientes nacionales por parte del frente fascista. La destrucción de las redacciones y las imprentas de los principales diarios de oposición (Avanti!, La Giustizia, L’Unità, L’Ordine Nuovo, Rivoluzione liberale, Il Mondo y La Voce Repubblicana) fue acompañada de una extensa aplicación de la censura. Un primer decreto que concernía a la prensa, firmado el 15 de julio de 1923, otorgaba a los prefectos de las provincias la autoridad para prohibir la salida e incluso, en caso de reiteración del hecho, cerrar los diarios que criticaban («desacreditaban») la actividad de las autoridades públicas y provocaban «una alarma injustificada entre la población». Durante la crisis Matteotti, el 10 de julio de 1924 un nuevo decreto precisaba y endurecía las medidas de censura que los prefectos podían aplicar, tanto que durante el periodo de transformación y de paso del fascismo de Gobierno autoritario a dictadura, entre diciembre de 1924 y enero de 1925, no hubo un día en el que algún periódico tanto político como de opinión no fuese confiscado. La última protesta por parte de la Federazione Nazionale della Stampa (‘Federación Nacional de la Prensa’) por el ataque a la libertad de opinión periodística tuvo lugar en septiembre de 1924. Desde entonces la gran prensa nacional fue adquirida por el frente fascista a través de cambios de propiedad y de la sustitución de los directores de los consejos de redacción.