Читать книгу Los parados. Cómo viven, qué piensan, por qué no protestan онлайн
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No lo parece. Pudieron codificarse sesenta y cinco respuestas, y lo primero que sugieren es debilidad en la propia posición, moderación, realismo si se prefiere. En no pocos casos hubo que aclarar que se estaba hablando de un empleo normal, de esos de ocho horas al día, lo que demuestra la familiaridad con el trabajo precario. Una licenciada de 27 años que vive con sus padres considera que por menos de tres euros y medio la hora no debería trabajar nadie: «Claro. Es que cualquier trabajo que tú hagas, aunque sea una tontería, requiere una responsabilidad o un esfuerzo físico o mental que tiene que estar recompensado. Tú no puedes trabajar por mucho menos. Encima, cuando tú pones tu salud, tu esfuerzo y todo, no… Es que es lo básico, comer, vestirte, tener un techo» (AGA-6). Muchos comenzaron advirtiendo que «depende» (de si hay expectativas de mejora, de estabilidad, de aprender, de las circunstancias familiares). Respuestas de este tenor en las que tiende a equipararse el salario digno con el mínimo legal no son raras: