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De la cuarta asignatura, Historia Crítica de España, suplía el catedrático titular, como auxiliar, el gran epigrafista, especializado en investigaciones históricas de la época árabe, don Rodrigo Amador de los Ríos, hijo del historiador y catedrático de Literatura, don José.
Los grandes ánimos con que empecé el curso se sostuvieron durante toda su duración, logrando destacar entre los más estudiosos.
Fue un año de ímprobo trabajo que hizo subir mi papel, sobre todo, en la clase de Literatura Española, en la que, con Ramón Menéndez Pidal, ocupé uno de los dos primeros lugares preferentes, no solo por el criterio del voluble profesor, sino por reconocimiento de todos los compañeros. Tras reducidas clases de previa preparación, con lecciones generales de Literatura Española, dedicamos el resto del curso a estudiar el Poema del Cid desde el punto de vista literario, histórico y, preferentemente, filológico. Pero antes encargó Sánchez Moguel a cada uno de los alumnos un trabajo crítico y sobre todo bibliográfico de una obra de nuestra literatura clásica, señalándome a mí el del Libro de Patronio o El Conde Lucanor, del Infante Don Juan Manuel, señalándonos una fecha prudencial para entregárselos.