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Mientras tanto, los rotativos proseguían discurriendo sobre los éxitos del adivinador inglés, sobre todo cuando, por una apuesta, hizo uno en extremo espectacular, cual fue encontrar, por todo Madrid, un objeto escondido con todas las formalidades.
Y, en efecto, Mr. Cumberland salió de un café en la Puerta del Sol, punto de partida, a las diez de la mañana, acompañado del que había apostado y de una porción de guardias que le iban abriendo el camino a través de la multitud que cubría la extensa plaza, y, ante la expectación del público, vendados los ojos y casi corriendo, se dirigió a la calle Mayor, parándose unos momentos ante un almacén de paños instalado cerca de Platerías, donde entró pasando después detrás del mostrador y dirigiéndose a la estantería, con el incrédulo que le acompañaba; se-ñaló una de las piezas de paño en ella colocada, entre otras muchas, que pusieron sobre el mostrador, la fue desarrollando, y cuando casi llegaba al final apareció clavado en el paño un alfiler de corbata, que era precisamente el objeto escondido.