Читать книгу Arte y agencia. Una teoría antropológica онлайн

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La distancia que separa las muñecas y los ídolos es muy corta, y la que separa a los segundos de las esculturas de Miguel Ángel no es mucho más larga que aquella. No obstante, no pretendo limitar las «relaciones sociales entre las personas y las cosas» a ejemplos de este orden, en los que la «cosa» es una representación de un ser humano, como una muñeca. La concepción que pretendo presentar es mucho más amplia. Las vías por las que se otorga agencia social a las cosas o por las que la agencia emana de las cosas componen un abanico en extremo diverso (léase Miller 1987 para un análisis teórico de la «objetivación»).

Tomemos, por ejemplo, la relación entre los humanos y los automóviles. Un coche es solo un bien y un medio de transporte; intrínsecamente no es un locus de agencia ni del dueño ni del coche mismo. Sin embargo, a quien tiene el automóvil le cuesta mucho no verlo como una parte de su cuerpo, algo a lo que imprime con su propia agencia social ante otros agentes sociales. Un vendedor confronta a un cliente potencial con su cuerpo (unos dientes limpios y un buen peinado son índices de habilidad en los negocios), así como con su coche –un Ford Mondeo negro, de inscripción tardía–. Este es otra parte del cuerpo, pero puede separarse si alguien desea examinarlo y valorarlo de cerca. Igualmente, que el coche reciba daños constituye una agresión personal, una ofensa, aunque se pueda reparar y la compañía de seguro cubra los gastos. El automóvil no es solo un locus de la agencia del dueño y una vía a través de la que puede afectarle la agencia de otros –malos conductores, vándalos–, sino también un locus de una agencia «autónoma» del coche en sí mismo.

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