Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

47 страница из 77

—¿Por qué lo dices? Estaba casada, ¿no?

—Lo digo porque el cabrón de su marido es un putero de cuidado. Eso lo sabe todo el mundo.

—¡Vaya! Qué familia más curiosa. Entonces, si he entendido bien, detrás del robo podría haber más de lo que parece. ¿Es eso lo que pensabas?

—¡Coño, César! No empieces a sacar conclusiones como un jodido detective. Yo no pienso nada. Solo que, a veces, una no puede evitar hacerse ciertas preguntas. Nada más.

Después de comer, regresaron dando una vuelta por la costa. Se detuvieron un momento al borde de la carretera para admirar la playa de Lourido, rodeada de altos pinos que proyectaban sombras caprichosas y alargadas sobre la arena, y continuaron luego por la pista que atraviesa en la penumbra, camino de Lires, los frondosos bosques entre los que el río Castro serpentea. De pronto, Marimar dijo en un tono malicioso:

—Este bosque me recuerda el cuento de la Bella Durmiente—. Bostezó y añadió con voz melosa—: ¿No te apetece una siestecita?

Santos captó la indirecta, sonrió complacido y se desvió hacia Vilarriba sin decir nada. Estaba deseando que las cosas rodaran en aquella dirección, pero no le había parecido delicado proponérselo el primer día, nada más llegar, como si la hubiera invitado a comer con aquel único propósito.

Правообладателям