Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

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Santos, con su metro noventa y su pelo ondulado, vestido con unos pantalones vaqueros impecables, zapatos náuticos y un jersey azul marino de cuello vuelto (todo completamente nuevo), tenía más pinta de modelo de anuncio para ropa deportiva que de marinero. Solo le faltaba una gorra de patrón de yate, pero no la llevaba porque tenía buen gusto y sentido del ridículo. Al fin y al cabo, solo iba a dar un paseo en una lancha de pescador de cinco metros de eslora con un motor fueraborda. Al principio, le pedía al viejo Armando que lo acompañara, pero pronto perdió el miedo y se atrevió a ir solo. No necesitaba ningún título o permiso para manejar la lancha porque ni su eslora ni la potencia del motor lo requerían si no se alejaba más de dos millas náuticas de la costa, algo que no se le pasaba por la cabeza al detective madrileño, que tenía pánico a aquellas aguas con tan mala reputación. Fue precisamente Marimar, hija de un marinero, quien le había enseñado a manejar la pequeña embarcación.

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