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—Sí, cabo.

Souto disfrutó en secreto por un instante de la belleza de su ayudante, que lo miraba con respeto, como embobada. Verónica Lago era, además de guapa y lista, muy expresiva. El cabo evitó alargarse en sus consideraciones de índole filosófica para no dar la impresión de complacerse en su propio discurso, como un maestro engreído, y cambió de tema.

—Te vas a encargar con Taboada de hurgar en la vida de ese señor. Hablad con los compañeros de la comandancia. Necesitamos saber si es una persona bien considerada o si tiene fama de…, no sé, de mujeriego, jugador o cosas por el estilo. Mirad a ver lo que encontráis. ¿Sabes una cosa? Ahora, la investigación se halla en uno de los peores momentos. Tenemos que empezar a buscar lo malo de las personas, cosas que den que pensar, actividades raras, declaraciones sospechosas o contradicciones, y dedicarnos a perseguir a alguien que no sabemos si es culpable o no. No tenemos ninguna otra forma de acercarnos al ladrón o al asesino. Todo sería más fácil si alguien hubiera visto algo, claro. Pero no es así.

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