Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

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—¿Piensa usted que es de confianza esa chica?

—Bueno, eso nunca se sabe. Lleva doce años en la casa y, según le oí decir a mi suegra varias veces, nunca le faltó nada. En principio, no tengo motivos para dudar de su honradez. ¿No es hermana de un guardia civil?

Souto no contestó a este último comentario porque no veía relación de causa a efecto entre el parentesco con alguien del Cuerpo y la honradez, aparte de detectar cierta ironía en la pregunta. Por eso hizo como si no lo hubiera oído.

—¿Le comentó su señora si había visto merodear recientemente a alguien por los alrededores de la finca?

—No.

—Le tengo que preguntar una cosa, señor García. Es algo que le puede molestar y le ruego que me disculpe, pero no lo tome más que como una pregunta rutinaria sin ninguna intención oculta, ¿de acuerdo? ¿Había hecho testamento su señora?

Marcelino García sonrió con una mueca que aportaba un toque de tristeza a la sonrisa. Miró al cabo Souto durante unos segundos, meneó la cabeza y contestó:

—No se preocupe, cabo. Lo comprendo perfectamente y sé que forma parte de su trabajo. Imagino que no es cómodo para usted hacerle esas preguntas a alguien que acaba de perder a su mujer de una forma tan cruel. —Souto esbozó una sonrisa de agradecimiento y no dijo nada. García continuó—: Sí, hay testamentos. Mi suegra se lo deja todo a mi mujer, que era su única hija, y ella me lo deja todo a mí. Igual que yo se lo dejo todo a ella en mi testamento, en caso de morirme antes. Es normal, puesto que no tenemos hijos. —Permaneció unos segundos callado con la cabeza baja y los guardias respetaron su silencio observándolo con atención. Él levantó la cabeza y los miró a ambos—. Ya sé que para ustedes soy el primer sospechoso. Es lógico, si no tienen aún ningún otro. Eso no me preocupa. No tenga miedo de preguntarme todo lo que quiera en ese sentido. Solo le pido que lo haga con la debida consideración y respeto a mi situación. Quería mucho a mi mujer —le tembló la voz— y su muerte me entristece mucho más de lo que puedan imaginar. Pero lo comprendo, cabo. Tiene que hacer su trabajo y estoy preparado para pasar por el mal trago de tener que responder a preguntas que, en mi situación, podrían definirse cuando menos como dolorosas.

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