Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

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García recibió al cabo José Souto y a la agente Lago en el salón del chalé de su difunta suegra, donde aún se apreciaban los desperfectos causados por el allanamiento, a pesar de haberse efectuado ya algunos arreglos superficiales.

Como se habían visto anteriormente y hablado por teléfono, el cabo Souto no se sintió obligado a dedicar más tiempo a nuevos pésames y lamentaciones. Tras saludarlo e intercambiar algunas fórmulas de cortesía, fue directamente al grano.

—Le agradecería mucho que me explicase, solo por encima, cómo eran sus relaciones con su suegra. Intento situarme en el contexto familiar de su matrimonio y de la madre de su señora. —Souto, que era tímido y sensible en lo tocante a las desgracias de los demás, bajó la cabeza y añadió en un tono apenas perceptible—: Que en paz descanse.

—Comprendo. —Marcelino García se mostraba muy serio, pero sin caer en ningún tipo de exageración—. Vamos a ver, cabo Souto; no sé si conoce usted a la familia de mi mujer. —El cabo hizo un gesto impreciso y García continuó—. Mi suegro, Armando Besteiro, era un hombre emprendedor que se hizo rico en los años ochenta con el negocio de la construcción. Procedía de una familia de madereros de Corcubión. Como quizá sepa usted, el hombre murió hace doce años y dejó una considerable fortuna a su mujer y a su única hija, Rosalía, con la que yo me había casado dos años antes. Yo me ganaba bien la vida como vendedor de coches en Coruña, aunque no habría podido vivir como vivo ahora ni montar los negocios que tengo si no fuera por el dinero que heredó mi mujer. Al casarnos, mi suegro nos regaló un magnífico piso en la plaza de Pontevedra, que es donde vivimos actualmente. Mis relaciones con mis suegros fueron siempre muy buenas y mi suegra me apreciaba mucho, como yo a ella, puedo asegurárselo, sobre todo desde que enviudó.

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