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—Gracias —le respondió el cabo, hasta cierto punto afectado por la actitud del viudo. Miró a Verónica Lago y continuó—: Intentaré molestarlo lo menos posible. Cambiando de tema, quisiera pedirle un favor. ¿Podría facilitarme una copia de las fotos de las joyas que le han robado? Las haré llegar a la comandancia para su distribución. La Guardia Civil detiene con frecuencia a ladrones de los que entran en las casas y se recuperan muchos de los objetos robados. Si aparecieran, podríamos acercarnos al asesino de su señora y de su suegra.

—Claro, por supuesto. Dígame cómo.

Verónica Lago le extendió una tarjeta y tras una rápida mirada a su jefe, como disculpándose, le dijo a Marcelino García:

—Aquí tiene mi tarjeta. Si es tan amable, cuando pueda, envíenos las fotos por email, WhatsApp o por correo ordinario. Le informaremos si encontramos algo.

—¡Ah, otra cosa! —le dijo el cabo antes de levantarse—. La típica pregunta molesta que estoy obligado a hacerle, ¿dónde estaba usted la noche del crimen hacia las dos o tres de la madrugada?

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