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El cabo Souto miró su cuaderno de notas y unos segundos después le dijo a Aurelio Taboada:

—Tú, Aurelio, mira a ver lo que puedes averiguar sobre los negocios y las empresas familiares de los Besteiro. Tienen dinero, sobre todo la familia de ella, según tengo entendido. No es que sospeche que haya nada extraño en sus negocios, pero necesitamos saber por dónde nos movemos. ¿De acuerdo?

—Vale, jefe. Me pongo a ello.

—Gracias. Tú, Orjales, investiga a Manuela. Habla con ella y averigua también lo que puedas sobre su marido, su situación en general y todas esas cosas. Y no te emociones consolándola; ya me he dado cuenta de que es una mujer guapa.

—¡Que dices, Holmes! Si es una tía mayor.

—¿Estás de broma? ¡Una tía mayor! Tendrá treinta y pocos años —contestó el cabo molesto, pues era evidente que su criterio sobre lo que eran personas mayores no coincidía con el de Orjales, unos cuantos años más joven que él.

—¡Por eso! A mí no me van tan talludas —sentenció Orjales.

—Vete a… —Souto miró a Verónica Lago y se contuvo.

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