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Es decir, que el espectador participa doblemente en el espectáculo: como miembro de un público, colabora en la ejecución de la obra a la vez que «se pone en forma» para aprehender el espectáculo; pero de hecho asimila la obra, en su metamorfosis como objeto estético, en cuanto que consciencia solitaria Y «recogida». Es el testigo, como afirma É. Souriau, exigido por la obra, subjetividad que, para ser plenamente subjetividad, solo puede ser singular, y a la que se refiere todo el aparecer, para la cual y por la cual este aparecer es significante. Vamos a considerar esta función testimonial (del sujeto espectador) a partir de las artes ejecutadas no separadamente y que son a la vez artes solitarias: en ellas el testigo es preponderante mientras que la realidad del público pasa a segundo plano y adquiere otro sentido.

Pero antes hay que volver a la cuestión que habíamos dejado en suspenso: en estas artes solitariamente fruidas, el espectador, que será el testigo ¿acaso no es primeramente una especie de ejecutante? Sin duda que 1a ejecución ha sido asumida por el mismo autor, de una vez por todas, y no se trata de que el espectador colabore en ello como lo hace, por ejemplo, en una representación teatral. Mas quizá podemos estar tentados en denominar ejecución, respecto a las artes plásticas, a esa especie de juego que el espectador debe desarrollar ante la obra para elegir o multiplicar las perspectivas que adopta ante ella; tal juego no es indiferente como lo sugería ya Hegel:7 la obra es un imán potente que atrae al espectador hacia los puntos en que debe colocarse para convertirse precisamente en testigo. Pero «ejecución» es posiblemente un término que dice demasiado, pues no se trata de producir algo sensible, sino de percibirlo; este concurso que el espectador aporta, que todo espectador aporta a cualquier tipo de arte, es el de la percepción estética que revela el objeto estético. Lo que existe en común entre el espectador y el ejecutante es solo el homenaje que su docilidad rinde a la obra, pero, en un caso para encarnarla y en el otro para captarla.

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