Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
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– ¿A quiénes os referís con el pseudónimo de cucarachas? – preguntó el rey intentando ocultar una sonrisa para evitar que Isabel se irritara aun más.
– Majestad, sabéis de sobra que me refiero a esos monjes jerónimos que andan siempre rondando por aquí como espías. Tampoco sé, por qué gozan tan especialmente de vuestro favor frente a otras órdenes religiosas – continuó Isabel sin disminuir su enfado.
Felipe II explicó entonces, que la orden de los jerónimos había sido elegida hacía años por el emperador Carlos V y que él, como hijo, no estaba dispuesto a quebrantar la voluntad de su padre. Además, su presencia tenía un propósito específico, ya que el rey tenía la intención de traer los restos de sus padres para que guardasen descanso eterno en el panteón que se construiría en el Monasterio de El Escorial.
– Y los monjes jerónimos serán los encargados de entonar constantes plegarias por el reposo de mis padres y los restantes miembros de la familia real cuando les llegue su hora.
– Entonces, ¡llevaos a esos monjes al monasterio, y que desaparezcan de este parque! – insistió Isabel un tanto envalentonada y no pudiendo disimular la animadversión que profesaba hacia los jerónimos, a quienes consideraba un escollo para sus propósitos.