Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
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El prior se sonrojó ante la propuesta de Isabel y declinó su ofrecimiento desplazándose hasta la silla que supuestamente ocupaba el arquitecto principal del monasterio.
Durante ese verano, repitieron la misma excursión varias veces. Con ello buscaban la coincidencia con el rey, aunque sin éxito alguno. No obstante, no cejaron en su empeño, entre otras razones porque la excursión en esa época del año era por sí misma muy saludable. Teniendo en cuenta la belleza de las vistas que se disfrutaban desde el mirador real, lo tomaban como un regalo del cielo.
Cuando ya no albergaban ninguna esperanza, un día en que los calores del verano resultaban sofocantes, los tres excursionistas habituales intentando llegar a la Silla de Felipe II, se encontraron con que el monarca ya se estaba allí con Juan de Herrera. Sin embargo, la guardia real no permitía el acceso al lugar hasta que el rey concluyese su visita.
Finalmente, el monarca se retiró hacia el monasterio totalmente escoltado, sin posibilidad alguna de que nadie se aproximase al cortejo real. A partir de ese día, Isabel fue consciente de que ella por si misma no podría acceder al monarca. Por consiguiente, tendría que esperar hasta que Álvaro alcanzase los 18 años de edad, para que fuese él quien accediese al soberano.