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CAPITULO II
LA HERMANDAD DE LOS CUSTODIOS DEL TESORO – AÑO 1588
En 1588, cuatro años después de haberse colocado la última piedra del Monasterio de El Escorial, Felipe II, estando convencido de contar con el favor divino, tomó la decisión de emprender una nueva gran empresa, para la cual contaba con que su hijo bastardo Álvaro adquiriese un papel relevante. Por tal motivo organizó una jornada de caza en los terrenos que la realeza tenía reservados para esos menesteres, muy próximos al Parque de La Fresneda, a la que invitó especialmente a Álvaro Osorio de Cáceres y por su puesto a su madre Isabel.
Los cazadores, acompañados por ojeadores, lacayos y una jauría de perros, se adentraron en la espesura del bosque que, en aquel entonces, constituía la zona cinegética más importante de las heredades de su Majestad. Mientras Isabel, con la compañía de una sirvienta se acomodó en un pequeño torreón, conocido como el Mirador de la Reina. Tal edificación, tenía como función permitir la observación visual del entorno, ya que se trataba de una torre cuadrada asentada sobre una roca, dotada de altura suficiente sobre el espeso bosque para convertirse en un punto de observación inmejorable.