Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
60 страница из 139
– Majestad – comenzó Isabel al terminar de descender haciendo una reverencia ante el monarca -, veo que aun conserváis el atractivo porte con el que conquistasteis mi corazón, el cual a pesar del tiempo transcurrido no ha dejado de perteneceros. No tengáis duda alguna sobre que mi destino está unido a lo que tengáis a bien disponer.
– Os agradezco el cumplido señora, pero tanto mi cuerpo como mi alma murieron en lo tocante al amor el mismo día que desapareció de este mundo la reina Ana – respondió Felipe II sin acritud, pero aceptando su condición física debido a su avanzada edad y al continuo tormento al que le sometía la enfermedad de gota que padecía.
– Entonces – dijo una Isabel ofendida por sentirse rechazada por un viejo con quien lo último que deseaba era compartir nuevamente cama -, ¿para qué me habéis hecho venir?
A continuación, el rey manifestó que la razón de la convocatoria no era otra, que proponerle nuevamente la posibilidad de la participación de Álvaro en una gran hazaña bélica que tenía entre manos, ya que para ello estaba construyendo una potente armada naval, que sería conocida en todo el orbe como la “Grande y Felicísima Armada”, y quería que su hijo formase parte de ella.