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Destacaban el San Martín (48 cañones), buque insignia en el que navegaba Alonso Pérez de Guzmán y el San Joao (50 cañones), ambos de la escuadra portuguesa; el Santa Ana (30 cañones) capitaneado por Juan Martínez Recalde, que ya había escoltado con éxito tres flotas de Indias y había rescatado un galeón repleto de oro de la isla de Madeira, el Gran Grin (28 cañones) y el Santiago (25 cañones), todos ellos pertenecientes a la escuadra de Vizcaya; el San Cristóbal (36 cañones) comandado por Diego Flores Valdés, actuando como segundo en la Armada y sustituto en caso de fallecimiento del duque de Medina Sidonia y el San Juan Bautista (24 cañones), que con otros 14 barcos también de 24 cañones y otro más de 12, componían la escuadra castellana.

Desde el día que el rey tuvo conocimiento de que la Gran Armada había partido hacia su destino, todos los días se arrodillaba en el reclinatorio de sus aposentos para orar, y solicitar al Omnipotente la ayuda Divina necesaria para que la misión culminase con éxito.


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