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“¿Qué quieres decir?” Me sentía no sólo incrédulo sino decepcionado. [...]

“Sí, cuando estaba con yagé”, dijo el anciano del Putumayo. “Ya había visto todo esto, todas estas barrancas, todas estas piedras”.

[Taussig explica:] cuando el anciano me dijo que había visto Machu Picchu en sus visiones provocadas por el yagé, se debe entender que significa algo más que meramente ver algo, porque se trata de una imagen potencialmente poderosa y curativa.

Qué maravilla, pensé, que en la lejanía de su selva tropical el anciano haya podido vislumbrar este lugar espléndido por medio de una percepción mística custodiada por los guardianes del conocimiento chamánico americano. Me dio curiosidad. Quería confirmar su conexión con este lugar, Machu Picchu, tan alto, tan cerca del sol, en medio del viento frío, tan impresionantemente callado en el silencio de sus piedras inmensas. Como un flashazo se me ocurrió. “Mira el tamaño de las piedras,” le dije. “¿Cómo crees que haya sido posible construir así?” Estaba haciendo eco de los periódicos, evocando las formaciones discursivas nacionalistas mucho más fuertes que mis propias y limitadas cavilaciones. [...]


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