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En la calle se comentaba que la manifestación había sido disuelta por la policía, pero no sabíamos cuál de las dos manifestaciones.
Estuve un rato en mi celda corrigiendo unos apuntes sobre los sucesos de septiembre de 1968, en particular la parte referente a la defensa que se hizo del rector Barros Sierra a raíz de su renuncia. Me faltaban algunos datos y no había manera de conseguirlos pronto. Tampoco tenía a mano la respuesta del cnh al informe presidencial. Se había pensado en la posibilidad de escribir un relato conjunto que recogiera la experiencia de 1968 vista desde dentro, pero el trabajo estaba muy atrasado.
Hacía una semana que, hablando con Raúl, habíamos pensado que, de iniciarse la huelga de hambre de la que ya se hablaba, el famoso libro quedaría suspendido por mucho tiempo más y tal vez definitivamente olvidado. Tomé los apuntes y salí a buscar a Gilberto. Lo encontré acostado cuando entré en su celda.
–No sé cómo puedes vivir con los pescados.
–Sólo comemos juntos y nunca hablamos de política, mucho menos acerca del Movimiento. Hoy se inició la conversación porque estabas tú. En otras circunstancias, Pablo hubiera hablado de las piedras y de ahí habríamos brincado a Sofía, o al viaje en tren por Yugoslavia antes de llegar a Sofía.