Читать книгу Los días y los años онлайн

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–¿Y este horror qué hace aquí? –pregunté señalando al Chale.

Je suis ton père –respondió en su espantoso francés.

–Mira, Shalimar, no seas tan respondón y aprende a pronunciar bien la ü. A ver di: üi, üi, üi; ándale, Shalimarcito, haz la trompita así.

Saúl sacó la lengua e hizo un mohín.

–Te has de ver muy bonito, pinche Chale. Sigue escribiendo.

Al salir de la celda vi que el Pirata estaba cabizbajo, oyendo sin responder a algunos de sus amigos. El Pirata es un muchacho de escasos 20 años que, cuando lo conocimos en la crujía de turno, antes de ser trasladados a la «c», no quería ni formarse cerca de nosotros cuando nos daban el «rancho». Entonces todos se divertían obligándole a hablarnos.

–Mira, ésos son los del Consejo, siéntate con ellos.

El Pirata casi nunca les respondía. Nos miraba un momento y apartaba la vista. Cuando preguntamos a los demás a qué se debía tanto recelo, nos explicaron que estaba convencido de que, si se le veía cerca de los miembros del Consejo, nunca saldría de la cárcel. En cuanto sus compañeros se enteraron de su temor, y vieron sus reacciones, no dejaron de explotar un motivo de diversión como era molestar al Pirata. Después se supo que, durante el interrogatorio en la Jefatura de Policía, le preguntaron mucho por uno de los delegados del Poli al cnh, llamado Sócrates, y que por causa de este nombre había recibido una golpiza.


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