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26 de julio de 1968 en cu
No, no iríamos a la manifestación. Estábamos sentados en el «aeropuerto» de la Facultad, llamado así porque allí aterrizan toda clase de pájaros. Eran las cinco de la tarde y todos los pasillos estaban atestados; en las escaleras el congestionamiento era mayor. ¿Por qué? estábamos hartos de las manifestaciones del partido, limpias, bidestiladas, inodoras, insaboras e insípidas. Pues entonces que hiciéramos la nuestra, respondió el «militante». Junto a mí alguien le mentó la madre. Eso no está bien, dijo Escudero. ¡Y por qué no! Enrique parecía molesto por la observación de Escudero. El «militante» desapareció: era el único que conocíamos en Filosofía, donde los grupos políticos eran muy reducidos y sin una línea precisa de acción, como no fuera un vago izquierdismo. El Comité Ejecutivo no asistiría a la manifestación ni había hecho propaganda, nos habíamos limitado a respetar los carteles de la cned y la Juventud Comunista. Pues porque no, porque no está bien que los insultes. No dejábamos de sentirnos molestos por no haber organizado un acto propio para celebrar el aniversario de la Revolución Cubana, pero sólo en el último momento habíamos decidido no asistir a la manifestación organizada por el pc. Sería como siempre, dos veces al año: una por Vietnam y otra por Cuba: la glorieta de la scop como punto de partida, Niño Perdido, San Juan de Letrán. Aquí se programan siempre porras a Vallejo al pasar frente al sindicato de ferrocarrileros y mueras a los «charros»; poco antes el programa dice: rumor de que Siqueiros ha llegado, y después: alerta con los provocadores. Al llegar a la Torre Latino el programa dice: vuelta a la izquierda, parada frente al Hemiciclo a Juárez, mitin sin provocadores, mueras al imperialismo, vivas a Cuba (o a Vietnam, según el caso), silencio en torno a México. A las seis dijimos: ahora van los muertos a los «charros», Siqueiros ya llegó. Tampoco entramos a clase, nos sentíamos un poco culpables. El partido celebraba el 26 de julio, aunque fuera con su peregrinación usual, ¿y nosotros? Hubiéramos podido organizar otra si todos los grupos políticos nos hubiéramos puesto de acuerdo, pero no lo habíamos hecho: ya era tradicional asistir a la manifestación del partido y tratar de imponer consignas propias, en los mítines algunas veces se repartían algunos golpes.