Читать книгу Los días y los años онлайн
21 страница из 86
–Que era prácticamente una beca…
–¡Ándale!: que era prácticamente una beca.
–No, de veras, algo hay de eso –respondió Gilberto–. Desde los primeros días, en La Ciudadela, la policía actuó como el principal provocador.
–Y la pradera estaba seca –agregó Pablo.
–Pero el caso de las piedras es distinto. Una cosa es que la represión, en la forma en que se desarrolló, se convierta en una chispa, y otra que a la hora de la bronca encuentres piedras en Madero.
–Es cierto, pero tampoco se puede exagerar o llegaremos a conclusiones absurdas. El Movimiento tuvo sus causas propias e independientes aunque mucha gente se muriera de ganas por meter la mano dentro. Es indudable que hubo ese tipo de gente y que mucha estaba dentro del mismo gobierno; pero siempre hicimos lo que nos pareció correcto. Tú te dabas cuenta, ¿no?, de que entre los mismos estudiantes algunos traían su propio «boleto», ahí está el caso de Ayax y sus declaraciones; pero en el cnh las posiciones raras apestaban a leguas, como cuando el mismo Ayax se soltó diciendo que había que crear una organización militar. Cualquier fulano de ese tipo se hacía sospechoso de inmediato. La verdad es que con el sistema del cnh y las asambleas diarias en cada escuela nadie podía andar chueco, y si lo hacía se quedaba solo, pues nunca iba a lograr que todo el cnh aceptara una porquería. Al delegado que metía la pata lo esperaba la asamblea de su escuela, al día siguiente; y a la sesión inmediata del Consejo ya sabíamos cómo le había ido. Para maniobras poco claras éramos demasiados: más de doscientos delegados y unas ochenta escuelas. Sólo al final se pudo «transar» descaradamente, pero eso mejor no discutimos porque el Partido Comunista, como siempre, no queda muy bien parado que digamos.