Читать книгу Los días y los años онлайн
17 страница из 86
«Toma, chavo», recordé. En cierto sentido fue similar. Sólo que en aquella ocasión era un soldado.
II. Un mes antes
–Si algún día hacemos una huelga de hambre no vas a durar ni 24 horas, pinche Zama.
–Te diré, Pablito, que no tengo la menor intención de hacer algo parecido.
–¡Ah! ¿No, Zama? –le pregunté–. Yo suponía que se contaba con todo el partido.
–Bueno, bueno, ya veremos; mientras tanto no se hable más. Hoy tenemos pinche mil cosas que me gustan.
–¡Se me había olvidado!
–¿Qué?
–El Gilberto me pidió que lo invitáramos a comer. Voy a hablarle. No te preocupes, Zama, al fin que tenemos suficiente.
Que si podía invitar al Champiñón, preguntó Gilberto desde abajo.
–Dice que si trae al Champiñón.
–Pues que lo traiga –respondió Pablo.
–A ver si no llega con toda su corte, ya ven que siempre camina con niños alrededor. Está bien, ya súbanse.
Entró Gilberto con una gorra de estambre que siempre se pone para aplacarse el pelo rebelde y partido en dos matas iguales que le caen en mechones abundantes, separados por una raya a media cabeza. El Champiñón murmuró algo al entrar y se sentó al lado de Gilberto.