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Cuando empezó a amanecer me dormí un rato. Desperté cuando ya entraba sol y la celda estaba casi vacía. En las llaves aún no había agua.
–Al rato nos traerán agua caliente de las cocinas. Podremos hacer té.
Se están portando bien.
–Pero ésos son los muchachos, si la dirección se entera les pueden quitar la «comisión». Nos traerán también canela y azúcar.
–¿Te fijaste anoche en una cosa?
–¿Qué?
–No vino la «A».
–Es cierto, no vi uno solo. Ahí viene el Búho. Pregúntale.
–Al rato nos van a traer té de canela y azúcar –llegó diciendo el Búho.
–Qué bueno, yo tengo más de doce horas sin tomar agua ni azúcar. Esto ya es huelga de agua. Oye...
–¿Sí?
–¿Te fijaste en que anoche no entró ninguno de la «a»?
–Eso comentábamos hace un rato el Pino y yo. Lo que hicieron fue esperar en su crujía, con la puerta abierta, y cuando los demás pasaban con su carga les decían: «Presta compadre, yo te ayudo»; y les «bajaban» un televisor o una máquina de escribir.
–¡Ah! Eso sí está bueno.
–Si lo piensas bien te darás cuenta de que no entraron más de 600, cuando mucho, y en el penal hay 3 500 presos, todos con las puertas abiertas, orden de venir y un buen premio.