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Se abrió la puerta de la celda y entró De la Vega.

–¿Tan pronto? Pensé que no volverías hasta mañana.

–Ya me siento bien. No quise quedarme porque faltan camas y yo no tengo nada grave.

Salí con él al pasillo y me recargué en el barandal.

–¿Oíste algo al venir para acá?

–No, sólo supe que tal vez los médicos hagan una declaración pública.

–¿Sí? Pues no sé en dónde piensen publicarla. Ningún periódico la admitirá ni como inserción pagada. Ya veremos. ¿Pero no sabes nada más? Hace rato estaban diciendo que piensan entrar a la «n».

–¿No entraron?

–No, nada más a la «m» y a la «c». Están esperando la orden, pero no llegará.

–¿Por qué lo crees?

–¿Lo de la orden? Porque lo están comentando en la reja. Algunos se ven impacientes.

–No, por qué crees que no llegará.

–Ahí no hay nadie en huelga de hambre. Se acercó el Pino. Salía de la celda vecina.

–¿Cómo te sientes?

–Ya estoy bien –respondió De la Vega.

–Si quieres puedes irte a dormir, yo te aviso si pasa algo.

–¿Eh?

–Que yo te aviso si pasa algo.


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