Читать книгу Los días y los años онлайн

18 страница из 86

–Perdón, la sopa no debe sorberse, ¿verdad? Pórtate bien, Champiñoncito y al final no olvides darle las gracias al señor.

–No estés fregando –le dijo Pablo.

–Y esto, ¿me lo como con la cuchara o con el tenedor?

–Con lo que te dé la gana, hasta con los dedos.

–Yo sólo decía…

Cuando Pablo puso el café empezó la discusión de siempre. Que no hiciera su atole acostumbrado, decía Zama. Pues entonces no haría nada y que fuera Zama a preparar su agua descolorida.

–Pero a mí me toca la cocina hoy –respondió Zama.

–Por lo mismo cállate y tómatelo como te lo dé.

–¡Oye! ¡Amaneciste de buen humor, como siempre!

–Es que trae «carcelazo» –dije.

Gilberto lo miró un momento y preguntó si era cierto. Que ya no podía decir nada porque para nosotros era «carcelazo», respondió Pablo molesto.

–¿Y a poco no es? –insistió Zama y volteó a vernos con sonrisa de complicidad–. Cuéntanos, cuéntanos.

–¡Ya! Esta maldita cafetera no calienta.

–No te digo. Hoy todo te sale mal.

–Ya cállate, pinche Zama; ¿te crees muy brillante? A ver, dime qué tiene esta madre.


Правообладателям