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–Debiéramos revisar cada celda –dijo uno que tenía las rodillas recogidas para que otro pudiera estirarse.
–¿Cada celda? ¿Para qué? No hay nada, estuve buscando una cobija.
–¿Viste debajo de las literas?
–No, no tenían para qué echarlas ahí.
–No es por eso –el otro hizo un gesto de interrogación–; es que no sabemos si estamos todos.
No sé qué hora pueda ser. Tal vez pronto amanezca. De la Vega se puso mal. Empezó a torcerse, los pies y las manos se le doblan hacia adentro. Lo saqué de la celda para que respirara aire frío pero está cada vez peor, no se puede sostener y temo que se desmaye. Es muy alto, bastante más que yo, así que no sé si podría sostenerlo.
–Ven, apóyate en mí, vamos al patio; llamaré a los camilleros. Durante toda la noche dos camilleros han estado llevando enfermos y heridos a la enfermería. Algunos están graves, entre ellos Jacobo es el que resultó peor herido. Los camilleros son de la «B», o por lo menos uno de ellos, que se parece a un miembro del «Batallón Olimpia».