Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Julius pensó que tal vez descubriendo el cuadro, mostrándoselo. Mala idea porque no bien Vilma se vio, soltó por enésima vez el llanto al recordar que tenía la cara todita arañada. Y un ojo medio cerrado y el cuerpo ardiéndole por todas partes. Simplemente gemía, la chola hermosa, con la piernota al aire, semi­desnu­da, arañadí­si­ma. Nilda la acompañaba con otros tantos borbotones de llanto; más lloraba, más le dolía porque el labio superior lo tenía partido en dos, reventado, hidrópico, llenecito de cochinada. Había que subir cuanto antes al botiquín y desinfectar las heridas; en seguida correr donde el primer médico que encontraran en Chosica para que le viera el meñique a Vilma; y a Nilda lo que fuera que la hacía quejarse, no podía respirar bien, decía que se había quedado medio aco­gotada, se­guro que ya estaba llegando a la muerte el acogotón que le pegó Vil­­ma. Casi se le vuelve a ir encima, la presencia de Ju­lius la con­tu­vo; era preciso abandonar la violencia y usar la cabeza: ¿qué historia inventarían?, ¿qué le dirían al médico?

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