Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Julius lo esperaba tranquilamente en la puerta del Belén. Lo vio llegar tan nervioso, que se apresuró en decirle que nada había pasado, lo único que la madre no había querido dejarlo irse solo, le tenía miedo a los mendigos, entonces ¿para qué les daba de comer si eran tan malos? En eso apareció la monjita y empezó a resondrar a Carlos, con delicioso acento francés. Carlos agachó respetuoso la ca­beza desnuda, para escuchar el sermón; pero no bien vio que la mon­jita sonreía y se aprestaba a despedirse con una crucecita en la cabeza de Julius, se chantó rápido la gorra para evitar que se la hiciera a él también, no todo lo que lleva hábito es Santa Rosa.

Todos salieron a recibirlo; Vilma y Nilda aún sollozando y con los uniformes destrozados; Celso y Daniel acomodándose un po­co los cabellos y con inmensas caras de satisfacción. El mal rato había pasado y ahora lo recibían como al niño pródigo, sin que él lograra explicarse qué diablos había ocurrido durante su ausencia. Las mujeres no lo dejaban reflexionar, lo besaban preguntándole dónde había estado, por qué se había marchado, por qué no había avisado. Ju­lius las miraba atónito y como esperando una explicación, ¿quién les ha­bía pegado? Una silla que rodó por la escalera durante la pelea estaba ahí tirada, acusándolas. Vilma no pudo más y rompió nuevamente a llorar y a gritar. Pedía que la perdonaran, ¡nunca más volvería a ver a Palomino! ¡Y Julius era antes que nada para ella!, ¡no faltaría nunca más a su deber!, ¡solo había sido por las fotos!, ¡ella no era mala!, ¡no se dejaba tocar por nadie!, ¡Nilda se equivocaba por completo respecto a ella!, ¡ella no podría vivir sin Julius! Total que Nilda se emocionó y soltó el llanto también; se armó un lloriqueo horrible delante de Julius; los hombres trataban de calmarlas diciéndoles que no había pasado nada, que no hay mal que por bien no venga, en el fondo habían tenido suerte, se habían librado de Palomino.

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