Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Julius regresó dudando hacia Chosica Alta: Vilma debía estar muy asustada, era su culpa, tenía que aprovechar la escapada, un ra­­ti­to más, a esa hora los mendigos deberían estar esperando su comida, Vil­ma se negaba siempre a llevarlo por ahí, seguro lo es­ta­ban buscando, era su culpa. Total que se dirigió al colegio Belén. Llegó justito cuando aparecía la mujer vestida casi de monja pero con mo­­ño. También apa­recieron el hombre que empujaba la mesa ro­dan­te con la olla enorme y la monjita buenísima que bendecía todo con su sonrisa. Se quedó medio desilusionado el pobre Julius: los mendigos ni caso que le hacían, lo abando­na­ron completamente por la olla, y él que pensaba enseñarles el cuadro y decirles que podía traer a su amigo pintor, para que los pintara también. Se había venido cargando el cuadro todo el tiempo y ya estaba un poco cansado; decidió irse porque hasta que terminaran de comer pasarían horas. Ya se iba, cuando la monjita empezó con lo de dondé está tu amá, don­dé está tu casá, poqué estás soló, que temeridá, y mil cosas más, deses­pe­rada la po­bre y con delicioso acento francés. Los mendigos seguían ocupados en ver que les llenaran bien los tazones, ni cuenta se dieron cuando la monjita Bendición se lo llevó de la ma­no.

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