Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Y se quedó muy sonriente cuando ellos empezaron a bajar por entre las piedras, hacia el río. Se quedó sonriéndose ahí solito con sus recuerdos, tanto que al cabo de un momento se incorporó para acercarse hasta un punto desde donde pudiera seguir viéndolos. Ahí estaban, abajo, sentados sobre dos piedras, mojándose los pies en el río. Cuánto hubiera dado por escuchar lo que decían, no oía nada. Y es que casi no hablaban. Se limitaban a intercambiar fotografías, diciendo esta era Cinthia, o este era yo de niño, a tu edad, a los cinco años. Así estuvieron un rato hasta que Peter empezó a dar muestras de fatiga, de golpe Julius lo encontró muy pálido. Peor todavía mientras subían hacia el hotel, se le notaba cansadí­simo, nervioso. Al puente llegó pésimo. Le preguntó si se atrevía a cruzarlo y Julius le respondió que claro, casi no se mueve, agregó, para tranquilizarlo. Peter son­rió y le pasó la mano por la cabeza al ver que se marchaba. Es­tuvo un rato mirándolo, allá va, allá, ya no se le ve, cu-cu-cu, quiso de­cir cuídate, pero se pegó una atracada terrible en la primera sí­laba, cu-cu-cu-cu, no había nada que hacer, mañana se iba para siempre, alguien ahí se encargaría de despedirse en su nombre cuando volviera otro día a buscarlo al mercado.

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