Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Y Julius, a punta de hacerle recordar su propia niñez, lo fascinaba. El gringo andaba emocionado y todo. En el fondo era un solitario y últimamente... Al otro lado del puente, le señaló el Hotel de la Estación. Se estaba viniendo abajo de viejo pero tenía historia y encanto. Julius como que captó el asunto y empezó a escuchar con atención mientras Peter le contaba que era un hotel muy antiguo, todo de madera, mira bien, que ya casi na­­die se alojaba ahí, pero que en sus buenos tiempos había alojado hasta pre-presidentes y mi-ministros. Por fin Julius no pu­do más y le preguntó por qué tar­tamu­deaba. Peter, cesando inmediatamente de tartamudear, le contó que no había naci­do tarta­mudo sino que cuando era niño... Y co­mo Julius ya le había con­­tado de Cinthia y de su bizquera, fue un momento bien emo­cionante, ahí frente al viejo Hotel de la Estación.

Después estuvieron un rato conversando con un viejo en­can­ta­dor que administraba el hotel y que se sabía la historia de Chosica desde la época del rey Pepino. El viejito hasta trató de convidarles una gaseosa, andaba encantado con el huésped norteamericano, des­pués de años, uno, como si el pobre Peter fue­ra turista rico y su presencia ahí significara un resurgimiento de ese olvidado sector de Chosica. Eso también fue bien triste; mejor que Julius no aceptara la gaseosa porque tenía un poco de náuseas, además el gringo andaba medio cabizbajo. Solo el vie­jito estaba encantado.

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