Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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La señorita que le ponía las inyecciones a Julius estaba enferma, por eso llegó Palomino. Llegó una tarde en bicicleta y con maletín negro de médico, con iniciales doradas y todo. Tocó el timbre im­por­tan­tísimo y, cuando Celso le abrió la puerta, dijo que venía a buscar al niño Julius, como si fuera un amigo que venía a visitarlo. Hasta se sen­tó en el vestíbulo. Celso lo odió. Palomino, por su parte, despreció a Celso. Era estudiante de medicina el cholo y se ayudaba poniendo inyecciones. Se creía el don Juan de Chosica, lo cual lo obligaba a estrenar impecable terno azul marino, todos los años en fiestas patrias. La verdad es que era el rey de las amas del Parque Central. Además ponía realmente bien las inyecciones y vivía orgulloso de eso (él mismo lo decía).

En esos días la situación andaba muy tensa entre Vilma y Nil­da, y casi había estallado precisamente el día en que Palomino vino por primera vez. Julius andaba metido en el cuarto de Nilda, preguntándole cuándo pensaba bautizar a su bebe. Nilda, primero, casi lo mata de la impresión diciéndole que ella no era católica sino evangelista. Después le explicó lo que era ser evangelista y le contó que había muchas religiones y que la católica no tenía necesariamente que ser la verdadera. Lo poco o mucho que entendió el pobre Ju­lius bastó para que se quedara turulato. Se quedó el pobre con los ojos abiertos enormes y con las manos pegadas al cuerpo, estático y co­mo esperando más todavía. Fue en ese momento que el bebe de Nil­­da empezó a llorar y que ella lo cargó con una mano, como si fuera un paquetito. Con la otra mano se desabotonó el vestido y extrajo un seno enorme, fofo, con un pezón rosado-increíble-con-granitos y empezó a darle de mamar. Le seguía contando lo del evan­gelismo y él no se podía ir. Estaba temblando. Ya no podía más. Sentía agua amarga lle­nándosele en la boca. Muy tarde miró la puerta, vomitó. Aun mientras vomitaba sentía que no hubiera querido vomitar ahí. En ese instante entró Vilma buscándolo y como que captó toda la escena, tal vez por lo predispuesta que andaba contra Nilda desde lo del cuchillo, el otro día. Además, lo del pintor Peter en el mercado había empeorado mucho las relaciones. Julius mi­raba a Vilma en busca de ayuda, no atinaba a nada. Miraba al suelo sucio, a Vilma y a Nilda siempre dándole de mamar al be­be, ahí se­guía el seno. Vil­ma acusó a Nilda de una barbaridad de cosas y la Sel­vática le dijo que esperara no más a que termine con el bebe, que la iba a matar. Por suerte, en ese momento llegó Celso anunciando que un tal Palomino había venido para lo de las inyecciones.

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