Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Reconoció fácilmente el camino hacia Chosica Baja: era solo cues­­tión de tomar la primera calle a la izquierda y llegar, dos cuadras más allá, al Parque Central. Seguir siempre de frente has­ta encontrar una de las escaleras que bajan a la avenida 28 de Julio, la principal de Cho­­sica Baja, ancha, llena de tiendas, bazares y bodegas. En una de sus últimas bocacalles estaba el mercado, al fondo, cerca del río, no era difícil ubicarlo. Claro que la aven­tura era como para asustar a cualquier niño de su edad, pero Ju­lius, llevado por el ansia de encontrar al pintor Peter del mercado, olvidó el miedo y no se sintió perdido en ningún momento. Y ahí estaban ya los kioscos, los puestos, los petates de los ambulantes, las verduras, los pescados brillantes y los trozos de vacas y toros colgando colorados e inmensos. Y ahí estaba Peter, también, con su paleta y todo su instrumental en una bolsa. Conversaba con una placera, rodeado de curiosos, posibles carteristas y admiradores sinceros. Su pipa se desplazó ligeramente hacia la derecha cuando sonrió al ver a Julius, lo llamaba con una mano y con la otra le señalaba algo allá al fondo, en un kiosco. Julius se acercó y, por primera vez en su vida, le dio la mano a alguien por iniciativa propia, sin que nadie, a su lado, le dijera saluda niñito.

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