Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Estoy feliz de saber que ya estás bien. Pronto se acaba nuestro viaje. Falta Venecia, Roma, no sé bien, pero ya de­ben ir preparando el regreso a Lima porque nosotros vol­vemos pronto. Pasaremos un verano lindo en Lima con tío Juan Lucas; ah, ¿darling? ¿Qué te parece?, y después Julius al colegio. Corro donde Juan Lucas. Me espera en el bar. Todos te besamos mil veces.

Tenía aún puesto el traje verde con que se había casado. Se sentía la mujer más hermosa de la tierra, la más dichosa. Lo era, probablemente, esa mañana, mientras caminaba linda hacia el bar del ho­tel. Ahí estaba Juan Lucas, mirándola venir. Junto a él, Santiago y Bob­by, francamente bellos con sus ternos oscuros y esa elegancia poco preparada que Susan prefería en los jóvenes. Conversaban con gente que acababan de conocer, con los amigos de su padre, los increíbles John y Julius, borrachos, encantadores como cuando ella los conoció, ¡fue ayer!, ayer cuando conoció a un peruano en Londres y se casó con él en Lima, ahora se casaba en Londres con un pe­ruano conocido en Lima. Pensar que Juan Lucas estaba en Londres cuando ella salía con Santiago... Ayer le prometió a Julius ponerle su nombre a uno de sus hijos y ahora, al verlo, había corrido a escribirle unas líneas a Julius... Sonrió al unirse al grupo, en el bar, prefería no recordar, Juan Lucas la ayudó: la recibió cogiéndola suavemente por la nuca, mientras hablaba, trayéndola con cariño hacia él mientras seguía contando entretenido, feliz. Susan sintió el pe­so del freno tibio en el cuello, reaccionó con un gesto igual al del león de la Me­tro, abrió tensa la boca, pero mientras recorría el camino del gesto hacia el hombro de Juan Lucas, fue descubriendo que su cuello se acomodaba perfecto en la curva tenaz, deliciosa de la mano; recibió una copa, pasando el otro brazo por la espalda de Juan Lucas, inclinando la cabeza, casi escondiéndose ba­jo el mechón rubio que se derrumbaba interrumpiendo precioso la perfección oscura, para la ocasión, que vestía Juan Lucas. Cerró la boca en una sonrisa. Nadie notó la brevedad de su gesto. Y ella, al sentir que abandonaban su nuca, estuvo a punto de repetir el gesto, casi vuelve a girar el cuello hacia el otro lado pero tuvo miedo de no encontrarse en la mano, de exigir demasiado, de morder y que fuera un recuerdo, ya no el momento, que se le iba, ¿sí?, ¿cómo?, le estaban preguntando algo. Regresaba siempre de estados así de tiernos, por eso la encontraban tan linda, por eso le perdonaban todo, la querían tanto.

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