Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Carlos le conversó durante todo el camino. Le iba diciendo que Santiaguito volvería hecho ya todo un hombre. En casa habían deci­dido lo mismo: Santiaguito iba a cumplir dieciséis años, tenía que regresar convertido en un hombrecito, Europa tenía que ha­berlo cambiado. Insistían en esa idea, como si unos cuantos meses de ausencia fueran suficientes para que aceptaran la superioridad del niño, haciéndolo crecer en sus mentes. Bobby también ya iba para los trece, entraba a secundaria, ya no volvería a usar pantalón corto, estaría muy crecidito. Se acercaban al aeropuerto, y Carlos seguía habla y habla en su afán de entre­tener a Julius, estaba alegre Carlos, te has divertido bastante en Chosica, ahora unos mesecitos más y al colegio, así es la vida, to­dos crecen, todos vuelven...

Todos vuelven al lugar donde nacieron, cantó Carlos, bembón, disforzado de alegría, señalándole el avión, encantado, «ahora con tal de que no nos haga la de Jorge Chávez», dijo, por decir al­­go, «con tal de que no se nos vaya de culata, a ver, prepárese para saludar a su mamá». No podía quedarse callado, ni quieto tampoco, no lo dejaban mirar: sí, sí, el avión que él escogió para Cinthia, Cin­thia, Cinthia, los altoparlantes lo confirmaban: Air France, vuelo 207, pro­cedente de París, Lisboa, Pointe-à-Pitre, Caracas, Bogotá, Lima. Sintió náuseas pero no era el momento...

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