Читать книгу Un mundo para Julius онлайн
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–¡Brindemos con Coca-Cola por los seis años de Julius! –dijo Susan, mirándolos, a ver qué tal recibían su frase.
Le salió perfecto. Se emocionaron todos. Tanto que ella terminó sacando la cuenta y Cinthia tendría ya once años; se le llenaron los ojos de lágrimas anticóctel, se me van a hinchar los ojos. Los sirvientes habían enmudecido. «¿Por qué?», se preguntaba ella, «¿notarán?». En ese instante Nilda, en nombre de todos, dijo que acompañaban a la señora en su recuerdo. Susan se quedó pensativa, en todo están cuando se trata de... ¡qué bárbaros para querer!...
–¡El tren no puede quedarse eternamente parado en Chosica! –dijo, reaccionando.
Todos sonrieron. «Por una vez un cumpleaños sin los Lastarria», pensó Julius, inclinándose alegre para poner en marcha el tren. Todos sonreían mientras tomaban sus helados y sus Coca-Colas. Y el tren circulaba, pasaba y pasaba por Chosica. Sin detenerse porque él se había entretenido escuchándola: Susan les estaba contando de Europa; omitía los nombres para no confundirlos; Francia, Inglaterra, Italia, eso era todo; contaba y el tren giraba, se terminaban los helados y seguía, ni cuenta se daba de que ellos habían volteado a mirar hacia un lado de la sala, miraban con sonrisas nerviosas hacia la puerta desde donde Juan Lucas, Santiago y Bobby, recién llegados del Golf, seguían la escena irónicos, burlándose, avergonzándola.