Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

142 страница из 166

–¡Carlos! Por favor, bájese de la carroza para que el niño Julius pueda jugar... Ya es su hora.

–Y la mía también.

Vilma y Julius se quedaron sin palabras. La chola hermosa se limitó a agregar que no le enseñara lisuras al niño, pero ya Carlos se había cubierto la cara con la gorra y parecía dormir.

–Se hace el que ronca –dijo Julius.

Pero con los días empezó a dudarlo. Tarde tras tarde venía a la ca­rroza y se lo encontraba roncando. Y por más que se quedara, ron­caba exacto. Lo cierto es que Celso, Daniel y Anatolio, el jardinero, ya no querían caer muertos gritando ni saltar por los estribos y el pes­cante de la carroza por temor a despertar a don Carlos, co­mo ellos lo llamaban. Julius trató de cambiar el sis­tema del juego: ahora él su­bido en el pescante, salvando a los pasajeros heridos de la diligencia, con gran peligro de caerse de cabeza contra las rocas, de rodar por los cerros... Inútil. No había coboyada que funcionase con disparos en voz baja, sin ala­ridos de indios enfurecidos.

Правообладателям