Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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–La verdad es que ayer, saliendo del Club, me provocó. Por qué no, Juan Lucas, pensé, y entonces me di cuenta de que ya estaba decidido.

A Susan le dio un poco de pena abandonar el palacio, pero lo veía tan entusiasmado, explicaba tan bien que solo en una casa nueva podría empezarse una vida realmente nueva... Tenía razón. Además había que ver lo contentos que se habían puesto los chicos con la idea. Santiaguito empezó a gritar que sí, que Juan Lucas tenía to­da la razón y que esa era una casa demasiado señorial, demasiado oscura, fúnebre, casi se le escapa que correspondía perfectamente al temperamento de papá. Se calló a tiempo, pero sin poder evitar que lo callado creciera en su mente: papá nunca jugaba golf ni nada, solo le interesaban las haciendas y el nombre de su estudio y ganar juicios, solo pensaba en el nom­bre de la familia, no seré abogado... Todos allí parecieron sentir que algo caducaba, tal vez un mundo que por primera vez veían demasiado formal, oscuro, serio y aburrido, honorable, antiguo y tristón. No había sino que mirar a Juan Lu­cas para ver que los estaba salvando hacia una nueva vida, no sé, sin tantos cuadros de antepasados, sin esos vitrinones, sin estatuas, bustos, sí, sí: querían una casa llena de terrazas, una casa donde uno salga siempre a una terraza y ahí estén Celso y Daniel sirviéndote un refresco, donde lo antiguo sea un adorno adquirido o un recuerdo, no lo nuestro. Susan vio envejecer el palacio en un segundo; se levantó el mechón rubio, caído, y descubrió su casa viejísima, le bus­có hasta olores. Comprendió entonces que ese nunca había sido su gusto, fue él, yo tenía diecinueve años, le hubiera gustado vivir en esa casa pero en una película. Vio a Santiago, su esposo, en el ins­tante en que se le acercaba por primera vez en una fiesta en Sarrat, al norte de Londres, en casa de los increíbles John y Julius... Lo adoró...

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