Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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La tía Susana, horrible, pensó que eso era todas las noches y ya tenía ganas de irse. El gracioso acento de Lester Lang III la contuvo.

–¿Cuántous fueroun las incas? –preguntó, mirando hacia la ventana donde se dibujaba el rostro de Julius.

–Catorce.

–¡Carhhambas! ¡Fantastic! I don’t know how many presidents there have been in the States. Must revise my history –se había olvidado de sus presidentes el gringo.

Carcajada general de los que entendían inglés. De Lastarria también, empezaba a gustarle el norteamericano y se colocó a su lado y sacó pecho. Lang III no lo captaba muy bien y miró a Juan Lucas como preguntando quién es el del bigote. Juan Lu­cas le dijo que era un nuevo socio del Club y pariente suyo, Las­tarria casi se de­rrite, con tal de que no se acerque Susana... Por suerte no se acercó, y pu­do empinarse bien y sentir cómo lo iban aceptando, después de todo él también pesaba varios millones. Por matrimonio, claro.

Hacia la una de la mañana, el arquitecto de moda había ya desplazado la casa soñada hacia las playas del sur y la había construido sobre una colina, frente al mar.

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