Читать книгу Un mundo para Julius онлайн
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–Nos vamos... Nos vamos todos –decía Juan Lucas.
En realidad lo que pasaba es que el arquitecto ya estaba pesadito. Había llegado al estado en que juraba tener la casa sobre la colina, frente al mar, perfectamente amoblada para mañana por la mañana. Se caía, pero dale con bailar. Y Susan muerta de pena por el muchacho. Pero había llegado el momento de hacer algo con él. Juan Lucas, copa en mano y sonriente, se acercó y lo cogió amigablemente por el brazo.
–Amigo artista...
El arquitecto de moda oyó algo que le gustó, y volteó a mirarlo, tenía que hacerle una casa... Ese pensamiento o el que fuere se le mezcló con la casa soñada y quiso bailar de nuevo.
–Sí, sí... todos vamos a bailar, pero vamos a algún cabaret, algún lugar con más ambiente...
Le hizo una seña a Susan para que desapareciera y continuó ocupándose del artista. «Todos nos vamos; allá nos vamos a encontrar todos», le iba diciendo mientras lo conducía hacia la puerta del palacio. Afuera lo esperaba un taxi que Daniel se había encargado de llamar. El arquitecto se tambaleó hasta la puerta del auto, Juan Lucas lo ayudó a subir.