Читать книгу Un mundo para Julius онлайн
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–Sí, pero hay que quedarse –dijo Susan, con el tono bajísimo y dulce que empleaba cuando tenía que dar una orden que ella no hubiera cumplido por nada de este mundo.
Bajó a despedirse de Julius, que se aprestaba a almorzar, terminada su clase con la señorita Julia. Era su última semana con la señorita velluda. Lo tenía loco, a toda costa quería que llegara al colegio sabiéndolo todo. Estaba harto el pobre. Susan le dijo que tuviera paciencia, que ya no quedaban sino unos diítas; en seguida le dio un beso y desapareció porque Juan Lucas acababa de llegar para llevarla al Golf, allá se iba a reunir con los Lang para pasar el día juntos. Julius se quedó almorzando en compañía de la servidumbre. Desde el gran pleito de Chosica, Nilda y Vilma se habían estado llevando a las mil maravillas; sin embargo, él notó que esa mañana algo no marchaba entre ellas. La Selvática la miraba demasiado y la Puquiana como que no le daba cara. La aparición de Celso, trayendo al bebe de Nilda, lo hizo olvidar momentáneamente el asunto. Le faltaba mucho todavía para caminar, pero el mayordomo-tesorero lo traía sujeto de ambos brazos, obligándolo a dar unos pasitos casi en el aire con sus piernas chuequísimas. Fue la primera vez que el monstruito hizo algo que no fuera berrear, todos lo festejaron y el almuerzo volvió a adquirir su tono normal y diario. Celso y Daniel empezaron a discutir de fútbol. Uno quería que Julius fuera hincha del Municipal y el otro del Sporting Tabaco. Nilda intervenía gritando que no lo influenciaran, que era malo para el cerebro, que lo dejaran escoger solito.