Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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–Para ti, Susan.

–Qué cosas dices, darling... Mañana te vas a sentir pésimo.

Pero él dale con bailar más, con tambalearse de un lado a otro, ya no tardaba en empezar a llorar de tanto que la quería a esa señora. Las amigas de Susan contemplaban la escena muertas de risa, aunque consideraban que ya se estaba poniendo un poquito pesado el muchacho y trataban de salvarla inventando cualquier pretexto para llamarla. Pero el arquitecto la seguía, venía también donde ellas y se les tambaleaba ahí delante, cómo harían para llevárselo a casa.

Ya bastante tardecito apareció Santiago y al verlo todos recordaron que se había robado el auto.

–A ver, mi amigo –dijo Juan Lucas, llamándolo.

–¿Qué pasa? –preguntó Santiago, entre sonriente y ner­vioso.

–Venga usted por acá, mi amigo.

Santiago se acercó atravesando entre los invitados. Juan Lu­cas lo cogió amistosamente por el brazo y se inclinó ligeramente. La tía Susana era toda expectativa, iba a morir de suspenso.

–¿Qué dictamina el juez? –preguntó uno de los del golf, muerto de risa.

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